España acogió a 629 migrantes, rescatados por un buque de salvamento, luego de que Italia les negó refugio; dos migrantes hablaron de las torturas durante su travesíaPALMA DE MALLORCA, España, agosto 2018 (Diario de Mallorca).- Omran Osman, de Sudán, y Ntouba Japhet, de Camerún, llegaron a Palma de Mallorca a finales de julio, después de que el buque de salvamento Aquarius los rescatara en medio del mar hace dos meses. España se ofreció como país de acogida de los 629 inmigrantes después de la negativa del Gobierno de Italia, un gesto que los refugiados han agradecido enormemente. “Aquí sentimos que estamos en familia, lo primero ahora es aprender español”, afirman.Omran tiene 26 años y estudiaba arquitectura en su país, Sudán. En 2016, las organizaciones armadas mataron a su padre, y el 20 de abril de ese año decidió salir del país en una travesía de catorce días a través del Sáhara, “donde escaseaba el agua y la comida”, afirma. La aviación libia los encontró y los llevó a la ciudad de Kufra, en Libia.Allí, las 57 personas que recorrieron el Sáhara entraron en la cárcel siete meses por querer migrar de forma ilegal, aunque podían salir pagando una multa de 14 mil dinares (unos 8 mil euros). Para que saliese de la prisión, su familia vendió su casa en Sudán y le mandó el dinero, una suerte que no tuvieron otros compañeros. “Murieron 17 personas del grupo en la cárcel, solo comíamos una vez al día pasta con agua y sal, y el agua no era potable”, explica Omran.Este joven sudanés pagó la multa y trabajó en Trípoli en un huerto donde, narra, le obligaban a beber alcohol y violar a menores y corderos durante cuatro meses. Al cabo de poco tiempo, volvió a entrar en la cárcel “un mes por, según dijeron, hacer mal” su trabajo”. Recuerda que le decían: “Eres nuestro esclavo, eres negro”. Consiguió salir de la cárcel y trabajar “de todo” para ahorrar 5 mil dinares, el precio de viajar a Europa.Ntouba, de 26 años, a diferencia de Omran, tuvo que dejar la escuela de joven porque su familia “no podía pagarla”. Al cabo de unos años se casó y tuvo dos hijos, que ahora tienen cuatro y seis años, aunque tuvo serios problemas económicos para vivir: “No la podía mantener [a la familia], había días que no teníamos comida”.Por ese motivo, en 2017 decidió irse a Argelia a trabajar, aunque nunca llegó. Inicio su camino en Nigeria, el primer país en salir de Camerún, y siguió por Níger, donde la mafia de personas los tomó “como rehenes durante cinco días” y los obligaba “a pagar para salir”. Esta mafia les prometía la llegada a Argelia en una travesía de dos días por el Sáhara con 24 personas subidos en un automóvil todoterreno.Después de cuatro días de camino, Ntouba preguntó dónde les llevaban, y la respuesta fue: “O te callas o te matamos”. El joven camerunés explica que escaseaba el agua. “Falleció un compañero y yo me desmayé”, relata. A los seis días de travesía vieron la civilización, pero no era Argelia, sino Libia. “Nos mandaron a todos a la cárcel, vendiéndonos como esclavos”, explica.En la prisión estaban todos en la misma celda. “Dormíamos uno encima del otro, sin ventanas y sin poder lavarnos”. Ntouba asegura que fue víctima de torturas en esa cárcel libia. “Me colgaban boca abajo con las manos atadas y me golpeaban continuamente”. Consiguió coger el móvil de un guardia y mandó un vídeo y fotografías a su familia, que recaudó dinero para que saliese de ahí. Después de tres meses, salió a la calle y empezó a trabajar “de cualquier cosa” de lo que le ofreciesen”.Con el dinero ahorrado durante ocho meses paga los mil euros que le costó una barca de camino a Europa. “Si tengo que morir que sea yendo a Europa y no en una vuelta atrás”, relata Ntouba.
Situación en el mar
Omran se embarcó en una patera con 120 personas y que estuvo trece horas en el mar. “Sinceramente no sabía si llegaría”, explica. Con el paso de las horas se quedaron “sin gasolina, agua y comida”, hasta que encontraron un barco libio que se ofreció a rescatarlos. Trece de los inmigrantes saltaron al mar, entre ellos Omran, porque no querían volver a ese país. Tres lanchas italianas que llegaron los recogieron del mar y, finalmente, llevaron a los integrantes de la patera al Aquarius. En ese momento, sintió “renacer”.Ntouba cuenta cómo en su barca había 118 personas, y al día siguiente de salir también se quedaron sin agua, sin comida y sin gasoil. “La gente empezaba a rezar para vivir” explica. De repente, “apareció un helicóptero”. “Nos dijo que estuviéramos tranquilos, que llegaría un barco”, el Aquarius.El buque llegó, y empezó a dar las instrucciones en inglés y francés, “aunque mucha gente no entendía ninguno de los dos idiomas”.Empezaron a dar chalecos salvavidas y, por la precipitación de los que estaban en la patera, la embarcación volcó. Fallecieron cinco personas en el agua. “La mayoría no sabía nadar ni nada”, pero se consiguió salvar a todas las mujeres de la patera. Él no estuvo en el Aquarius, sino en uno de los barcos que le acompañaba, “con peores condiciones que el buque”.