by | Feb 16, 2022 | Uncategorized

Periodismo: y sigue la mata dando

Joel Hernández Santiago

Hay muchos problemas en México. Muchos. La inseguridad es uno de los más graves: la muerte masiva o individual de personas es cada día mayor en gran parte del país; las desapariciones forzadas son cada vez más frecuentes e intensas sin que pareciera haber solución…

La violencia social está a la vista cada día; la situación económica está en franca crisis e impacta a todos en México –pero sobre todo a los que menos tienen, por esa inflación inaudita en muchos años y no sólo producto de repercusiones internacionales–; salarios insuficientes; falta de empleo; creciente ´economía informal´; inversiones internacionales a la baja; sistema de salud sin medicinas para sanar y salvar a personas mayores y a niños con cáncer; la pandemia sigue ahí, acechando…

La política exterior fuera de control y con conflictos cada vez más frecuentes: Estados Unidos, España, Panamá, Perú, Austria… La educación sin rumbo por falta de una secretaria de Educación que ha perdido el control de la misma… Gobernadores alineados a un proyecto personal disfrazado de proyecto de Nación, como son los Morenistas y la 4-T… Y tanto, mucho más…

Y en medio de este huracán de problemas le agregan uno más que llama poderosamente la atención, pero que, visto de una manera simple y sencilla, no debiera ser un conflicto nacional.

Se trata de la manera cómo desde Palacio Nacional se ha tratado de forma adversa el tema del periodismo y la libertad de expresión. Y esto ha sido así desde el inicio de este régimen, pero se ha incrementado de manera muy grave en las semanas recientes: una confrontación que proviene del poder político y no del poder social…

El caso Loret de Mola está ahí, y el Ejecutivo machacante, interminable, cargado de indignación y de encono… Y no es asunto de estar con Loret o no; no es Loret el real problema, es el riesgo grave en el que se coloca a la libertad de expresión y de pensamiento.

Y se hace por una sola razón: La no aceptación de la crítica a hechos de gobierno y, al momento, la defensa del hijo del Ejecutivo y el desvío de la atención hacia lo que consideran agravio a una 4-T que con Loret o sin Loret sigue su marcha –o por lo menos eso debiera ser-.

Y se trata de la manera cómo desde Palacio Nacional se defiende al hijo residente en Estados Unidos y de quien se expuso que utilizó una casa que es propiedad de una empresa que en este sexenio se presume que se ha beneficiado con contratos millonarios con Pemex, y mejoras a esos contratos.

Desde la más alta tribuna se han asestado acusaciones y señalamientos e, incluso, amenazas y despliegue de información privada, lo que constituye, según abogados, una ilegalidad.

La polarización del país está hoy más evidente que antes, desde que comenzó el discurso de unos contra otros; el discurso del desprecio a los adversarios políticos y apoyo a quienes comulgan con el proyecto 4-T; el discurso en contra de “conservadores”, “neoliberales”, “anti-4-T”. Pero sobre todo el discurso en contra del periodismo, de los periodistas y de sus medios.

Este discurso ha escalado gravemente. En una actitud inaudita, la mañana del 14 de febrero desde Palacio Nacional se mandó un mensaje ´urbis et orbis´, para los de casa y para los de fuera de casa: periodistas de México y del mundo.

Se acusó a medios mexicanos de ser “cómplices de una andanada en contra de la 4-T”, como si el exponer hechos de gobierno fuera exclusivo del gobierno mismo y no de los periodistas que informan, investigan, buscan, preguntan, indagan, verifican, checan, se comprometen con la verdad y hacen un trabajo social y democrático. Todo desde un eje central: Loret de Mola.

Y se acusó a medios internacionales: “Si el Washington Post defiende a la mafia del poder, allá ellos; si el New York Times defiende, allá ellos; si los ingleses Financial Times o The Economist, lo mismo, porque las empresas de esos países saqueaban con complicidad de la llamada clase política mexicana”, declaró el presidente de México.

Y hace tabla rasa de la situación. Y agrava la situación y agrava el origen del asunto: el posible conflicto de interés de su hijo, el que éste mismo no ha podido demostrar de forma fehaciente su capacidad adquisitiva y muchas otras preguntas hechas y cuya respuesta sembró aún más dudas al afirmar que él es asesor de la empresa de un personaje muy cercano al gobierno federal y que contribuye de forma gratuita en las obras del Tren Maya.

Pero junto a todo esto. Lo que llama la atención es que habiendo tantos, tantísimos problemas muy graves en México y que merecen la atención puntual y detallada del gobierno federal, la atención presidencial se centre de forma machacante en una persona y en un tema. Un tema que debiera ser intocable: la libertad de expresión.

El país merece todo el tiempo del mandatario mexicano. Merece toda su atención. Merece su calma. Su serenidad y sobriedad, su lucidez, su inteligencia y su compromiso para atenderlos de forma eficiente y solucionarlos. Esa es la tarea. Esa es la responsabilidad. Y para remediar todo esto es que quiso ser presidente de México y más de treinta millones de mexicanos confiaron en él. Y ya faltan menos de tres años para que concluya su mandato. ¿Lo hará?