“Pueblo en vilo”, sangriento
Joel Hernández Santiago
Según las autoridades estatal y nacional aún no saben cuántos fueron fusilados el domingo. No hay cuerpos. No hay evidencias del fusilamiento. Sí huellas. Sí testimonios. Negar lo fehaciente es negar la tragedia… es negar la masacre. Pero ocurrió.
San José de Gracia es un pueblo al noroeste de Michoacán, en los confines con Jalisco. Tiene 14 mil habitantes y está a once kilómetros de Mazamitla si uno quiere ir hacia Guadalajara o bien a 44 kilómetros de Sahuayo. Es cabecera del municipio de Marcos Castellanos y en 1968 apareció en el mapa nacional y mundial por una razón muy sencilla: un libro: “Pueblo en vilo“.
Es el “Pueblo en vilo” obra historiográfica de don Luis González y González, el eminente historiador mexicano, autor de obras que son lienzos de la historia mexicana y creador de la “microhistoria”, que es la forma de recuperar el proceso vital de los pueblos pequeños del país.
Don Luis lo explicó así: “La parroquia o municipio de San José de Gracia no aparece citada en ningún libro de historia de México, ni se menciona siquiera en alguna historia de Michoacán. Figura en muy pocos mapas y en poquísimos se ubica bien, en el cruce del paralelo 20 y del meridiano 103. Es un punto ignorado del espacio, el tiempo, y la población de la República Mexicana”.
¿Por qué San José de Gracia? En primer lugar, porque el escritor nació ahí en 1925 y ahí murió en 2003. Ahí están sus raíces y sus frutos. Y porque: “… se llamó a estudio porque se estimó que no era una comunidad cualquiera. Todos los pueblos que no se miran de cerca con amor y calma son un pueblo cualquiera, pero al acercarles el ojo cargado de simpatía, como es el caso presente, se descubre en cada pueblo su originalidad, su individualidad, su misión y destino singulares, y hasta se olvida lo que tiene de común con otros pueblos.”, escribió.
Es un pueblo que está en una meseta. Con tierras flacas. Con pastos propicios para el ganado. Por años, desde su fundación en 1888, su gente se dedica a la ganadería y más reciente también a la industria de productos derivados de la leche: quesos, yogurt, crema.
Durante años fue un lugar aislado y encerrado en sí mismo. Vivió a gusto ´lejos del mundanal ruido´. Con gente hecha para el trabajo duro y para la convivencia pacífica. Y devota. Durante el movimiento religioso de 1926-1929, de San José de Gracia salieron muchachos a combatir en defensa de sus creencias religiosas. Luego fue un lugar pacífico…
Era ese plácido y generoso lugar para estar. Los rancheros del lugar vivían para su trabajo, su casa y para aprender, porque es un pueblo que le gusta leer y estar al día. Gente de letras y de trabajo ha aportado San José al país…
Era ´casi el paraíso´, al que don Bernardo González Cárdenas aportó su enorme esfuerzo y trabajo para construir casa, comida, sustento y solaz y alegría para todos ahí. Era un hombre propio del lugar y de su estirpe, con la ambición de que San José viviera siempre en paz y holgado. Era un gran hombre él. Pero hubo cambios:
Hace unos cinco años, pude percibirlos. Y también el nuevo estado de ánimo.
Luego de haber vivido en el lugar a principios de los 80 durante un buen tiempo y de visitarlo con frecuencia, después de años regresé por el abrazo cordial. Entonces pude percibir ese cambio. Muchos jóvenes del lugar habían emigrado a Estados Unidos, en muchos casos sin necesidad y sí con muchas ganas de ver y vivir aquella vida.
Al regreso de ellos habían cambiado su forma de entenderse y de entender su convivencia en el pueblo. Se percibía la ostentación y la algarabía fuera de lo común en el lugar. Otro modo de comunicarse entre ellos y de mostrar su regreso triunfal…
Aparte también había tensión. Con discreción, quien nos acompañaba, vecinos del lugar, mostraban atención a ciertos vehículos foráneos, cierta forma de vigilancia en el lugar, ciertas miradas y actitudes. “Tengan cuidado, como ustedes no son de aquí y no los conocen, no sea que…”. Nada pasó, aunque sí nos generó inquietud y nerviosismo el estado de tensión en el ambiente.
El pueblo sonriente. Iluminado. Generoso. Quieto. Apacible. Que el tiempo no abatía ni disminuía, vivió este domingo 27 de febrero una de sus peores tragedias:
Ese día, según testigos presenciales, un comando armado asaltó un velorio. Exigió a un grupo de personas salir y alinearse en la calle. Les exigieron poner las manos en la nuca. Las fusilaron en plena vía pública. Estimaciones extraoficiales indican de 10 a 17 muertos. Hay videograbaciones de la masacre. Hay testimonios de lo ocurrido.
La fiscalía del estado dice que no se encontraron cadáveres. Que sí ocurrió, pero que no sabe cuántos fueron los asesinados. Se especula sobre quiénes pudieron ser. Nada formal. Nada concluyente. “Se abrió carpeta de investigación…”.
El gobierno federal y el estatal se empeñan en minimizar la tragedia. “Ojalá no sea cierto” dicen desde Palacio Nacional. Pero ahí están las evidencias y ahí está la tragedia. ¿Quiénes eran? ¿Por qué? ¿Había gente inocente entre los ejecutados? ¿Quiénes fueron los ejecutores?
Y lo dicho: Ahí está todo, a la vista: la más grande masacre durante este gobierno… ¿Cuántos pueblos de México se hallan así? ¿Y Rosa Isela Rodríguez dónde está? ¿Y la Guardia Nacional que acusa que se le avisó tarde?
San José de Gracia ya encontró otra ruta y otro destino. Forzado. Dramático. Trágico. Doloroso. No merece este nuevo camino porque hombres de bien, gente de trabajo y esfuerzo se esmeraron y se esmeraran en construir a una nación pequeña laboriosa, en paz, querida y respetada: el “Pueblo en vilo“