“Lo arriesgo todo porque ya lo he perdido todo”, dijo una vez una mujer migrante en el camino de la migración en Oaxaca, México. En efecto, si la pobreza, la marginación, la violencia y la agitación política no fueran suficientes, los fenómenos extremos que se encuentran relacionados con el clima (como la sequía, las olas de calor y las lluvias torrenciales) están haciendo la vida aún más precaria para muchas personas que viven al límite en América Latina y el Caribe. Aunque la relación entre el cambio climático y la migración no es determinista, dependiendo de los factores que tienen que ver con la vulnerabilidad, se prevé que 17 millones de habitantes de América Latina podrían migrar, debido al cambio climático desde ahora hasta 2050.
El impacto del clima en la migración
Los huracanes han llevado a la movilización y la migración de millones de personas en el Caribe y tanto en Centro como en Norteamérica. En 22 años (1998-2020), más de 277 millones de personas se vieron directamente afectadas en América Latina y el Caribe por fenómenos climáticos y geofísicos, en los que murieron 312.000 de ellas. El consiguiente aumento de la inseguridad alimentaria y la pobreza son los principales motores de la movilidad. Cada vez más, Centroamérica sufre, asimismo, de inundaciones y tormentas, deslizamientos de tierra y derrumbes, mientras que las zonas áridas se ven afectadas por las sequías. En Sudamérica, las catástrofes son importantes impulsoras de los desplazamientos internos, ya que tanto las catástrofes rápidas como las lentas, por ejemplo, las inundaciones, los corrimientos de tierra y las sequías, tienen un impacto generalizado.
En 2020, los desplazamientos internos en la región se debieron a desastres: 937.000 desplazados en Honduras, 639.000 en Cuba, 358.000 en Brasil (el 75% de ellos por la temporada de lluvias extremas) y 339.000 en Guatemala. En 2021, después de que la temporada de lluvias en Brasil comenzara antes de tiempo, una tormenta subtropical en Bahía causó inundaciones y los consiguientes corrimientos de tierra y desprendimientos de rocas, lo que acarreó la muerte de al menos 27 personas y 523 heridos. El ciclón afectó a más de 950.000 personas e hizo que 155 de los 417 municipios de Bahía declararan el estado de emergencia.
Históricamente, la migración en la región ha fluido desde Sudamérica, Centroamérica y México hacia ciudades estadounidenses como Miami, Nueva York, Houston y Los Ángeles. Sin embargo, las ciudades estadounidenses que reciben migrantes también están expuestas a los crecientes impactos del cambio climático. Las sequías más extremas, los incendios forestales, las tormentas destructivas y la subida del nivel del mar en los territorios de Estados Unidos están llevando a un incremento de las lesiones, las muertes y los daños económicos. Las comunidades vulnerables, tal es el caso de los inmigrantes indocumentados, corren el riesgo de sufrir daños, debido a la exposición a estos fenómenos climáticos extremos.
Cambio climático, migración y enfermedades infecciosas
Los habitantes de América Latina y el Caribe están afrontando los efectos del cambio climático en su salud, y a medida que estos efectos aumenten, habrá más incentivos de índole climática para migrar. Un estudio reciente que se hizo en la región reveló que el aumento de las temperaturas incrementará el riesgo de muertes relacionadas con el calor, en su mayoría por insolación, e indicó que esta tendencia continuará en el futuro.
Se ha comprobado que los fenómenos climáticos extremos producen brotes de enfermedades infecciosas que son sensibles al clima, como es el caso de aquellas que son transmitidas por vectores, por ejemplo, el dengue y la malaria, y las transmitidas por el agua, como el cólera. Con los desplazamientos humanos a gran escala, por ejemplo, la reciente migración masiva venezolana, estas enfermedades pueden propagarse a través de las fronteras ecológicas y políticas, lo que hace que la contención de los brotes sea aún más difícil de manejar en las poblaciones migrantes y locales.
¿Quiénes migran?
Las personas cuyos medios de vida dependen del agua y el suelo, como los pescadores y agricultores a pequeña escala, pueden ser las más propensas a migrar por causas climáticas. Un ejemplo de ello son las comunidades pesqueras uruguayas que dependen de las cosechas de almejas, las cuales se han reducido drásticamente como consecuencia del calentamiento de las temperaturas oceánicas.
A su vez, el aumento de la temperatura y la disminución de las precipitaciones en la región del Amazonas está desplazando a las poblaciones indígenas de tierras que forman parte de su identidad cultural, tierras que ya están bajo la presión de la industria y la urbanización. El menor acceso a los servicios básicos, como la atención sanitaria, el agua potable canalizada y la educación, y el empleo, les obliga aún más a movilizarse. En 2010, al menos el 50% de la población indígena (unos 50 millones de personas) de la región se había visto obligado a abandonar sus tierras o había emigrado intencionalmente a las zonas urbanas, donde son vulnerables a la discriminación y a la marginación, mientras se esfuerzan por entrar en la economía formal.
Respuesta al cambio climático y a la migración
La migración en América Latina y el Caribe seguirá aumentando bajo la doble presión del cambio climático y las graves desigualdades sociales. Los Gobiernos necesitan información y herramientas que les permitan predecir y responder a los fenómenos migratorios nacionales e internacionales, y adaptarse a las condiciones climáticas cambiantes. La información sobre el clima, tal es el caso de las previsiones de fenómenos climáticos extremos, puede ser utilizada por los especialistas en migración para planificar acciones de prevención y respuesta a las crisis humanitarias. Para ello será necesario reunir a los sectores de la migración y el clima con otros sectores relevantes.
Para responder a la necesidad de contar con herramientas que partan de información sobre el clima, el Instituto Interamericano de Investigación sobre el Cambio Global (IAI), el Programa de Investigación sobre el Cambio Global de los Estados Unidos (USGCRP) y AmeriGEO se han aliado con países de la región para elaborar conjuntamente una iniciativa a fin de mejorar la capacidad de evaluación de riesgos climáticos y catalizar las asociaciones para informar las decisiones en América Latina y el Caribe (LACI). Representantes de los Ministerios de Medio Ambiente y de otros sectores están trabajando para desarrollar evaluaciones nacionales de impacto climático y para identificar acciones estratégicas de adaptación al cambio climático, como los sistemas de alerta temprana.
Por último, los países deben aunar esfuerzos a fin de buscar soluciones que reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero, sobre todo por parte de los países más emisores, al tiempo que abordan las causas subyacentes de la migración, es decir, la profunda desigualdad social y la fractura de la gobernanza.