Israel Vallarta y el montaje para desacreditar a la crítica

Fernando Schütte Elguero

En días recientes, mientras México atraviesa una de sus peores crisis de seguridad y descomposición institucional, la excarcelación de Israel Vallarta ha sido presentada ante la opinión pública como un triunfo de la justicia. Pero lo que en apariencia parece una corrección judicial, en el fondo es una operación mediática cuidadosamente diseñada para desacreditar a quienes hoy representan una voz crítica frente al poder.

Israel Vallarta fue señalado durante años como líder de una banda de secuestradores. No por una ocurrencia mediática, sino por testimonios múltiples, consistentes, y por el reconocimiento directo de víctimas. Su permanencia en prisión por casi dos décadas no fue producto de una conspiración, sino de una acumulación de evidencias que ninguna narrativa puede borrar. No es posible que ahora se intente reescribir la historia sin tomar en cuenta el dolor de quienes sí vivieron en carne propia el secuestro y la tortura por parte de su grupo. (Los Zodíacos)

Sí, es cierto que hubo un montaje televisivo. Sí, Carlos Loret de Mola cometió un error grave al prestarse a transmitir la supuesta captura en tiempo real, cuando en realidad había sido escenificada por agentes federales. Pero ese hecho lamentable, que debe condenarse sin matices, no exime a Vallarta de las múltiples acusaciones ni lo convierte en un inocente por decreto. No se puede convertir una falta periodística en un certificado de pureza moral para quien ha sido señalado de crímenes tan graves.

La juez del caso decidió excarcelarlo no porque fuera declarado inocente, sino porque el proceso tuvo irregularidades. Unificó diversos secuestros en una sola causa penal, ignoró los testimonios de varias víctimas y priorizó los errores de forma por encima del fondo. Es decir, se ignoró la gravedad de los hechos por una interpretación rígida del debido proceso (donde la verdad ya no importa si el expediente está mal integrado). La inocencia, en este contexto, quedó en segundo plano.

Pero lo más peligroso no es la decisión judicial, sino el uso político de esta excarcelación. Hoy Vallarta es presentado como víctima absoluta. Se le entrevista, se le celebra, se le proyecta como figura pública. Incluso ha insinuado su deseo de participar en la vida política. Y todo esto ocurre en un contexto donde la verdadera intención no parece ser reparar una injusticia, sino aprovechar el caso para golpear a quienes incomodan al régimen.

La narrativa del montaje ha sido reactivada con una precisión quirúrgica. No para obtener justicia, sino para destruir a Carlos Loret de Mola, a Víctor Trujillo y al medio que ambos representan: Latinus. Se trata de convertir una equivocación periodística de hace casi 20 años en un boomerang perfecto para acallar a las voces más críticas del autoritarismo que hoy avanza. La estrategia es clara: deslegitimar al mensajero para no tener que responder al mensaje.

En un país donde la impunidad es la norma, utilizar el discurso de los derechos humanos para liberar a un presunto secuestrador (mientras se usa su caso como munición política para aniquilar la crítica y la libertad de expresión), es un insulto a las víctimas y una burla al verdadero Estado de Derecho.

@FSchutte