En un hecho sin precedente a nivel nacional, el estado suroriental rompe con siglos de distancia institucional y convierte a Oaxaca en pionero de un nuevo modelo de justicia
SAN PEDRO POCHUTLA, Oax. — Mientras en gran parte de México la ciudadanía sigue sintiendo que la justicia es algo ajeno, lejano, casi inaccesible, Oaxaca acaba de escribir un capítulo completamente nuevo. Este estado se convierte en el primero del país en invertir radicalmente la ecuación: ya no es el pueblo el que debe buscar a la justicia, sino la justicia la que sale a buscar al pueblo.
El programa “Justicia más cerca de ti”, encabezado por la magistrada presidenta del Poder Judicial del Estado, Erika María Rodríguez Rodríguez, arrancó este fin de semana en San Pedro Pochutla, en la región de la Costa, marcando un antes y un después en la relación entre las instituciones judiciales y la sociedad mexicana.
Un cambio que el país esperaba
La iniciativa no es solo administrativa: representa un viraje cultural profundo en un país donde, históricamente, los ciudadanos han percibido los juzgados como fortalezas inaccesibles, llenas de trámites incomprensibles y funcionarios distantes. Oaxaca se atreve a hacer lo que muchos pensaban imposible: humanizar la justicia.
“Se trata de un Poder Judicial que se acerca y acerca la justicia a las personas, no uno que espera a que las personas lleguen a pedir justicia”, afirmó la magistrada Rodríguez Rodríguez durante la jornada inaugural, acompañada del presidente municipal Amado Rodríguez Jijón. “Es un cambio de actitud, de un comportamiento estrictamente jurisdiccional a uno más democrático, cercano e interactuante con la sociedad”.
Más que un programa: una revolución silenciosa
Lo que sucedió en Pochutla tiene un valor simbólico incalculable. Magistradas, magistrados, juezas y jueces —figuras que tradicionalmente permanecen tras escritorios en edificios gubernamentales— dialogaron cara a cara con la ciudadanía en un ambiente de apertura y respeto mutuo. Se abordaron temas cruciales: derechos humanos, justicia indígena, mecanismos alternativos de solución de conflictos, protección a mujeres víctimas de violencia de género, además de orientación directa en asuntos judiciales diversos.
Este acercamiento rompe barreras que han existido durante siglos entre el poder y el pueblo. Por primera vez, la justicia incorpora sensibilidad social, perspectiva de género, interculturalidad, enfoque de infancia y discapacidad, no como conceptos teóricos en documentos oficiales, sino como práctica viva en las comunidades.
El efecto dominó que México necesita
Oaxaca no está simplemente implementando un programa piloto. Está demostrando que es posible reconstruir la confianza en las instituciones desde la cercanía, desde la escucha activa, desde el reconocimiento de que la justicia solo tiene sentido si es accesible para todos.
El programa tiene planeado recorrer las regiones Mixteca, Istmo, Cuenca del Papaloapan, Sierras Norte y Sur, Cañada y Valles Centrales, llevando este mensaje de transformación a cada rincón del estado. Y aunque el recorrido apenas comienza, el precedente ya está sentado: Oaxaca le muestra al resto de México que otra forma de impartir justicia no solo es posible, sino urgente y necesaria.
En un país donde la desconfianza hacia las instituciones se ha convertido en norma, Oaxaca se atreve a ser la excepción que podría convertirse en ejemplo. La pregunta ahora es si otros estados tendrán el coraje de seguir este camino pionero.
Oaxaca lidera una transformación histórica: la justicia va al pueblo por primera vez en México
