Fernando Schütte Elguero
México vive un momento decisivo. Las crisis que enfrenta (económica, social, de salud, de seguridad y de confianza institucional) no son solo las más graves de las últimas décadas, sino las más peligrosas en conjunto de los últimos cincuenta años.
Aun así, mantengo confianza en la presidenta Claudia Sheinbaum. Es una mujer preparada, con formación académica y visión de Estado. Confío también en el general Ricardo Trevilla, en Omar García Harfuch y en Marcelo Ebrard, tres funcionarios que representan eficacia, prudencia y experiencia en un país donde la improvisación ha sido la norma.
Pero la desconfianza persiste hacia quienes López Obrador impuso en el gabinete de su sucesora (como Rosa Icela Rodríguez y otros que aún obedecen su voz). Mientras esos nombres sigan dentro del gobierno, México no podrá avanzar. El expresidente continúa gobernando desde las sombras, negándose a soltar el control del país y dejando tras de sí un legado de mentira, división y manipulación.
Resulta inaceptable que, en lugar de resolver la pobreza, la salud o la inseguridad, el gobierno destine recursos a Cuba y Venezuela, mientras los hospitales carecen de medicinas y los ciudadanos enfrentan una violencia diaria e impune. No se puede hablar de justicia social cuando se ignora al propio pueblo para congraciarse con regímenes autoritarios, ya sea por decisión o por omisión.
A pesar de los discursos optimistas, la inseguridad sigue siendo el principal temor nacional. Más del 60 % de los mexicanos se siente inseguro. Aunque los homicidios hayan disminuido alrededor de un 34 %, la percepción no cambia porque la corrupción y la impunidad siguen intactas. Nadie sabe cuántos desaparecidos hay realmente (una cifra que algún día habrá que sumar a la de los asesinatos para entender el tamaño del horror). Incluso la Guardia Nacional (creada para protegernos) es señalada por actos de corrupción en las carreteras. Inaceptable también es que ya no se hable de Adan, Andy, y demás probables responsables de actos repugnantes.
México no puede seguir atado a una izquierda dogmática que prefiere la ideología al bienestar. No todos los mexicanos compartimos ese modelo que castiga la crítica y premia la obediencia. Confiamos en la presidenta Sheinbaum, en el general Trevilla, en Harfuch y en Ebrard, pero ya es hora de ver un gobierno que piense primero en los mexicanos antes que en sus aliados ideológicos.
Si la presidenta no rompe pronto con la impunidad heredada por López Obrador, su aceptación caerá con rapidez. Y más aún: Estados Unidos impondrá sanciones económicas y políticas si México no enfrenta de verdad a los narcopolíticos. Cuando eso ocurra, no será un golpe simbólico. Será un golpe al bolsillo de todos.
Consultor y analista
@FSchutte
