¿Por qué las y los ciudadanos “normales” parecemos estúpidos, fáciles de engañar y anulados hasta del sentido común cuando se trata de elegir a nuestros gobernantes? ¿Por qué perpetuamos a los corruptos? ¿Por qué siguen en el poder?
Porque así son las reglas del juego del poder. Los que están dentro, los políticos profesionales, deciden la narrativa general de la historia, quienes ganan consiguen que prevalezca su versión usando medios, ciudadanos, activistas y militantes.
Entre ellos no hay diferencia. No puede haberla. El sistema es uno y privilegia al que consigue el poder, por lo tanto, quien lo gana tendrá que alinearse, equilibrar todos los intereses y luchar contra los que convergen contra él (la oposición que lo quiere quitar). Enmedio está el pueblo que afrontará las consecuencias si su ignorancia lo empuja elegir a los más ineptos y voraces.
Son ellos mismos, los políticos en el juego, los que se frenan y establecen contrapesos. La transparencia, la rendición de cuentas, los señalamientos de corrupción, las sanciones se establecen y ejecutan entre ellos usando, reitero, a medios, ciudadanos y militantes. Sus luchas por el poder benefician al ciudadano; a mayor competencia entre políticos, mejores gobernantes.
Ese fue el primer elefante en la sala: los políticos nos usan (al pueblo); como pueblo les hemos creído que somos los protagonistas. Mientras no entendamos que debemos construir escenarios y provocar coyunturas, usando a favor de la justicia social las pugnas de partidos y grupos de poder, el beneficio de nuestras demandas seguirá siendo residual.
No somos estúpidos ni crédulos, sencillamente el poder es excluyente por definición. ¿Cómo no caíste en la cuenta que, bajo ninguna circunstancia es posible que los políticos tomaran en serio las demandas de la ciudadanía y la tuya de manera particular, si lo que quieres no confluye con alguna circunstancia que sí dañe o beneficie sus intereses?
El pueblo manda, sí, manda lo que provoca la coyuntura en el juego de contrapesos entre la cúpula opositora y/o dominante, en diversos niveles (municipios, estados, país).
Cada cambio de grupo en el poder se gesta con una camarilla que quiere quitarle el poder a otra, y son ellos quienes se dan a la tarea de movilizar “al pueblo”. Toda movilización sostenida es organizada, no espontánea. Y contará con intromisiones o apoyos abiertos o disimulados de fuerzas políticas.
Entender el juego nos permitirá construir y aprovechar coyunturas y beneficiarnos como pueblo.
Dicho esto, a mostrar los elefantes en la sala de Oaxaca para que nosotros mismos, como ciudadanos, no los olvidemos y desde nuestra trinchera mantengamos las demandas, que solo así, tendrán la oportunidad de enganchar alguna coyuntura que provoque el efecto que deseamos: justicia, mayor equidad, medicinas, etcétera.
Las demandas del pueblo (colectivas) son menos egoístas que las de los gobernantes. Pero para hacerlas cumplir, deben pasar obligatoriamente por la política y sus representantes.
También servirán para la oposición, para que tengan herramientas, temas y discurso para fortalecerse como competencia y usarnos porque de ahí nos derivará algún beneficio a la ciudadanía.
Sería bonito pero patético escribir que los problemas urgentes de Oaxaca son un mapa para los ganadores poque no es así. Los conflictos del estado están identificados hace sexenios y simplemente se agravan frente a un gobierno que parece solo observarlos plácidamente y una aparente (solo aparente) apatía ciudadana: son nuestros elefantes en la sala.
Lo que no quieres notar
Los grupos delictivos y las autoridades de todos los órdenes tienen una relación cordial. Tanto, que les alcanza para continuar sus negocios en relativa tranquilidad. Las peleas de plaza se mantienen en zonas donde Oaxaca prefiere responsabilizar a la Federación. Los operadores desde el Gobierno guardan las formas, pero son identificables sexenio tras sexenio.
ELEFANTE. Sin embargo, el Istmo de Tehuantepec, específicamente Salina Cruz, Juchitán, San Blas Atempa, están consumidos por el crimen organizado, ahí, sus representantes han accedido directa o indirectamente al ejercicio formal del poder y coaccionan a las y los ciudadanos.
Desde el huachicoleo, la trata de personas favorecida por la migración, el tráfico de estupefacientes hasta cualquier obra pública… en todo tiene mano la agresiva mafia que se apoderó del Istmo de Tehuantepec y cuyo poder se ha concretado hace dos sexenios.
Son células de cárteles nacionales y capos locales; integradas o en pugna.
La estratégica ubicación del Istmo, los cientos de miles de millones que se le inyectarán por los proyectos que ahí se desarrollarán, el flujo de personas, los fuertes vínculos de los criminales con actores formales del poder permiten prever que los delincuentes tienen mayores posibilidades que el Gobierno de mantener esa plaza.
El Istmo, como botón de muestra, es el primer lugar estatal en feminicidios. Un 54 por ciento del total se ha registrado en esa región el presente año.
Ahí, para concluir, los informes oficiales exponen que no hay para cuándo se concluyan los trabajos de rehabilitación de las vías férreas, obra integrante del corredor transístmico, porque la presencia de células del crimen organizado ha retrasado los trabajados por amenazas, levantones, robo de materiales y extorsión hacia contratistas para adquirir material con sobrecostos.
ELEFANTES.
El sector salud de Oaxaca está podrido por la corrupción transexenal, miles de aviadores frente a miles de plazas necesarias sin techo presupuestal, las malas practicas sindicales, la absoluta falta de transparencia, las deudas y la complicidad desde el gobierno.
Las trampas del magisterio, la sección 22 y el IEEPO se volvieron incontrolables gracias a la trampa en la que cayó la ciudadanía durante el 2006, misma que se derivó de la pugna de un gobierno sordo, insensible e incompetente contra adversarios decididos a hacer cenizas a Oaxaca con sus ciudadanos dentro.
El gobierno es incompetente en lo general y podemos presumir que malversa recursos, pero no tenemos demandas específicas para evitarlo.El zócalo de Oaxaca está infestado de ambulantes que logran mantenerse ahí por la complicidad de grupos políticos.
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