En las últimas horas el canciller Marcelo Ebrard refuerzó su mensaje de que es un serio aspirante a la candidatura presidencial de la 4T. Es un discurso que gana terreno en la arena pública pero que constrasta con la cada vez mayor certdumbre de su entorno de que no será candidato de Morena y que Andrés Manuel López Obrador se inclinará por Claudia Sheinbaum. El pedido de “piso parejo” con la jefa de gobierno esconde esa creencia del círculo del canciller.
Esta avanzada política interesa al empresariado y, desde ya, a Carlos Slim. El hombre más rico del país, y buena parte de su familia, están decididos a que Ebrard esté en la competencia electoral, sino es por Morena, por otra opción y allí es que emerge MC.
La relación es de larga data, creció cuando Ebrard gobernaba la capital y se cristalizó completamente cuando este debió dejar el país pasar a la clandestinidad y evitar que Miguel Ángel Osorio Chong lo arrestara en consonancia con su amigo Miguel Ángel Mancera.
El drama de la Línea 12 también es un lugar común, tanto porque Ebrard gobernaba la Ciudad al momento de su construcción como porque Slim fue el ejecutor de esa obra defectuosa. Jesús Ramírez alienta, en sus momentos de reflexión, teorías sobre el rol del magnate en la pesquisa de la consultora noruega que analizó el siniestro y puso el foco escencialmente en el mantenimiento, apuntando así a Sheinbaum.
Dante Delgado ha contado en reuniones con hombres de negocios que su principal opción hoy por hoy no es el alcalde de Monterrey Luis Donaldo Colosio, sino el canciller. En esos mismos encuentros el dirigente naranja alega que Slim respaldará fuertemente a Ebrard y que incluso su hijo Carlos Slim Domit, entusiasta del negocio de la Fórmula 1, tendrá un rol activo en la conformación de un eventual gabinete de Ebrard.
Slim y Delgado coinciden en la tesis de que Ebrard en MC puede ser un candidato que abarque más allá de los límites de un partido opositor y haga una propuesta socialdemócrata que pueda seducir al público de centro.
Esa lectura entra en contradicción con la noción alentada por la línea dura del Gobierno que reclama por una polarización total, una confrontación abierta y preferentemente contra un candidato que aglutine a toda la oposición.